sábado, 13 de marzo de 2010

Psicoanálisis

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De un tiempo para acá, cada vez que salgo con mis amigos es en plan "vamos a tomar". Es divertido, es desestresante, es bueno, pero sinceramente extraño esas salidas en las que lo único que hacemos es hablar y hablar de todo: de nuestras vidas, los planes, en donde hacemos una especie de chequeo, así como cuando ponemos "scan" en busca de virus en la computadora.

Amo nuestro círculo, porque nos entendemos tan bien, y podemos hablar de las tonterías más tontas y morirnos de la risa, podemos probar toda clase de tragos nuevos, hacer mezclas extrañas y recordarlo en salidas posteriores, burlarnos de todo tan sólo haciendo una ceña con el ojo, y entendemos.

Pero necesito esa profundidad que igual que esa diversión, sólo mis amigos me brindan. Ese espacio seguro mejor que cualquier terapia de 50 dólares la hora(no sé cuánto cuesta así que tiro número a lo loco), donde descifran mis problemas incluso antes de que yo me entere que tengo uno.

Ando vacía, sin perspectiva, con falta de todo, y creo que lo que necesito es la simplicidad que me da tirarme en la arena o la hierba(es más, puede ser hasta en el piso!) con mis amigos y ver si conversamos un rato de nada, para que de ahí salga algo.

Me gusta que nos divirtamos, de hecho, me ha servido bastante en lo que va de este año, pero necesito ahora que la balanza se equilibre, con la parte seria.

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